De
entre los directores de cine actuales con más talento y dominio de
su oficio, pocos me parecen tan valientes e indomables como Bertrand Bonello (Niza, 1968).
Su inteligente mirada hacia los individuos y su entorno —afilada y
solidaria a partes iguales— muestra un compromiso artístico que
revela algo que en esta época puede sorprender a muchos: es posible
levantar un universo personal y subjetivo sin caer en el ombliguismo.
Es tal su alejamiento de las domesticadas corrientes de moda que en
alguna ocasión ha dejado en evidencia a renombrados festivales de
cine por su cobardía ante posibles polémicas. Las magistrales L’Apollonide: Souvenirs de la maison close (2011) y Nocturama (2016) no han necesitado premios ni reseñas en
YouTube para convertirse en obras de culto cinéfilo. Deseo pensar
que la extraordinaria La bête (2023) dejará el mismo recuerdo.
Partiendo de las ideas que Henry James plasmó en su relato La
bestia en la jungla (1903), Léa Seydoux, con su imponente
presencia y brillo interpretativo, en compañía de un versátil
George MacKay, viven en el filme una intensa historia de amor durante
tres periodos diversos; 1910, 2014 y un aséptico 2044. En este
último marco temporal, el dominio de las IA sobre las personas no es
más aterrador y despiadado que el clasismo, las desigualdades
sociales y el uso mercantil de los seres humanos en los últimos cien
años.
Empleando esa exquisita elegancia visual y refinada realización a la
que el autor nos tiene acostumbrados, Bonello nos habla del miedo a
los sentimientos profundos, del temor a la entrega amorosa, del
vértigo ante el compromiso de la vida en pareja. Y pone el foco en
algo que parece inevitable en las próximas décadas y se atisba en
el presente: la estigmatización de los seres singularmente insumisos
e inquietos, la disolución de los espíritus más sensibles,
apasionados y vivos en los fríos embalses de lo civilizado, lo
modélico y lo permitido…
KOMPROMAT feat. Adele Haenel: “De mon âme à ton âme” (2019)
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