La pasada primavera se emitió el último episodio de una de las series más apasionantes y turbadoras que me ha ofrecido la pequeña pantalla en la última década: The Americans (2013 - 2018). El creador, Joe Weisberg, usó como punto de partida An Ordinary Spy, la novela que publicó en 2007 inspirada en el caso real de una pareja de espías rusos que vivieron diez años en EE.UU. como ciudadanos canadienses. La trama se inicia en los primeros años ochenta, en los que el matrimonio formado por Elizabeth y Philip Jennings son en realidad dos agentes de la KGB —entrenados desde muy jóvenes para infiltrarse en la sociedad norteamericana—, que viven desde hace décadas en Washington con identidades falsas, junto con sus dos hijos menores de edad, que no imaginan ni por asomo el verdadero origen de sus padres. Pero, a diferencia de las historias de espionaje más populares, el lujo y el glamour no tienen aquí razón de ser. En la línea de calidad de excelentes referentes cinematográficos como La vida de los otros (2006), de Florian Henckel von Donnersmarck, o El topo (2011), de Tomas Alfredson, la melancolía, la soledad, la frustración, la incertidumbre, el miedo y el sentido de culpabilidad son algunas de las emociones de las que nos hacen partícipes los personajes protagonistas, encarnados en las inolvidables interpretaciones de Keri Russell y Matthew Rhys.
Son los años de la administración Reagan, uno de los periodos más siniestros de la política exterior estadounidense, en el que se fomentó el recrudecimiento de la guerra fría contra una Unión Soviética en declive para aumentar el gasto militar, y así disparar los beneficios económicos de las empresas americanas fabricantes de armas. Es una época de recesión, causada por un liberalismo económico sin control auspiciado por el gobierno que debilitó el nivel de vida de las clases más humildes, con lo que generaría, desde entonces, crisis financieras de manera cíclica. A todo ello, el pueblo estadounidense vivía en la ignorancia, distraído y adormilado por la televisión y el cine de evasión. Y es a través de las adictivas tramas de cada temporada, de la vida al límite de un matrimonio de espías asesinos, como The Americans reflexiona, en clave de denuncia, sobre una etapa de la historia de los EE.UU. que no ha sido lo suficientemente revelada en la ficción.
Obviamente, el desmoronamiento de la Unión Soviética, la deprimida vida de sus habitantes y la inhumana naturaleza de la KGB son también mostradas sin censuras, alejándose de discursos maniqueístas. Aunque su audiencia ha sido discreta, la crítica especializada ha sabido valorar este thriller con algunos de los premios más prestigiosos de la televisión, como el Peabody (2015), los Primetime Emmy en diferentes categorías (2015, 2016 y 2018) o el premio al programa del año por el American Film Institute en cuatro ediciones consecutivas (2014, 2015, 2016, 2017).
Tras seis años de emisión, la brillante serie The Americans ha dejado como legado, en plena edad de oro de la ficción televisiva, la evidencia de que el entretenimiento más emocionante es también compatible con la crítica política y social, las conjeturas éticas y morales, los retratos psicológicos sobre las relaciones amorosas y familiares o los difusos límites entre nuestro yo interior y la imagen que mostramos, la delgada máscara que ven los demás... Nadezhda, Mischa, da svidániya!
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