Este pasado verano se cumplía el 50.º aniversario de una película
singular e irrepetible, paradigma de un cine de autor tan audaz,
salvaje y hermoso como lamentablemente enterrado en el olvido durante
décadas: Belladona of Sadness (Kanashimi no Belladonna, 1973),
de Eiichi Yamamoto.
Tras ser estrenada en el Festival de Berlin,
el fracaso en taquilla del filme unos meses más tarde supuso el
cierre definitivo de su productora, creada por el padre del género
manga Osamu Tezuka. El público de la época no aceptó o comprendió
que una película de animación para adultos exhibiera tal nivel de
libertad y desatada experimentación estética, carga política, sexo
y violencia.
Basada en el ensayo La Sorcière (1862), de Jules
Michelet, la cinta es un agitado viaje psicodélico,
irresistiblemente poderoso, en el que podemos hallar ecos del arte
silente de F. W. Murnau, el cómic Valentina de Guido Crepax,
el musical Yellow Submarine (1968) de George Dunning, las
fotografías de Nobuyoshi Araki o el terror del giallo italiano.
La
lírica y penetrante música de Masahiko Satô, claramente
influenciada por el excelso Ennio Morricone y el rock progresivo de
la época, no hace más que aumentar las ya de por sí intensas
sensaciones de emoción y vértigo que transmite su
visionado.
Belladona of Sadness es un filme de explícito
alegato feminista, realizado por artistas japoneses masculinos a
comienzos de los años 70, que a día de hoy no ha perdido ni una
hebra de su pionero, perturbador y bellísimo tapiz.
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