8 de abril de 2010

'Teen Dream' (2010) de Beach House


Gracias al regalo que supone el subconsciente colectivo podemos sentir como familiares las épocas que nunca conocimos, los recuerdos de las generaciones que nos precedieron. En la evocación de pretéritas décadas, Victoria Legrand y Alex Scully descubren cómo tirar del hilo de nuestros anhelos a través del ensoñador pop de género fantástico que exhiben bajo el sugestivo nombre de Beach House.

El dúo de Baltimore (EEUU) se estrenaba en el año 2006 con un disco homónimo, cuya singular propuesta no pasó desapercibida entre el sector de la música independiente. Esquemáticas cajas de ritmos activadas en el modo relajación, taciturnos y envejecidos órganos y unas guitarras steel hawaianas servían de séquito a la voz intemporal, andrógina, de la cantante gala Victoria Legrand, protagonista de un sonido envolvente y nostálgico afín a descoloridas filmaciones caseras en 8 mm. El debut tuvo como prolongación el álbum Devotion (2008), donde repitieron con la pequeña discográfica Carpark, y en el que Gila tomaba el relevo de canciones destacadas del primer trabajo como Master of None, claros ejemplos del carácter único y cautivador del grupo.


El nuevo disco titulado Teen Dream (2010) supone una evolución que va más allá del ingreso de la banda en un sello discográfico tan reconocido como Sub Pop. Si las tonalidades sepia dominaban antes el teatro mágico de Beach House, el escenario donde desfilan las canciones es ahora una gama de refulgente multicolor. Las notas agudas y campanilleantes ganan en relieve con la producción a cargo de Chris Coady (TV on the Radio, Yeah Yeah Yeahs) y el halo romántico de las melodías se torna más irreal, si cabe, con una confitura de idealismo que aísla al oyente hasta el último corte de la grabación.

Silver Soul, Used to Be o, sobre todo, el luminoso 10 Mile Stereo, son modelos del inmejorable dream pop que enarbola el dúo en un disco colmado de potenciales singles, de temas dignos de representar la excepcionalidad de un trabajo en el que la pieza más bella sea quizá Lover of Mine, clara heredera de los hallazgos del grupo Cocteau Twins. Como final nos llega Take Care, una personal interpretación de las raíces del folclore americano, similar al modo en el que la banda The Walkmen modela la imaginería de Bob Dylan.

Aunque la publicación de Teen Dream sea muy reciente, el álbum ya forma parte de la más selecta oferta musical del año y en ella Beach House nos convida a dejarnos abandonar por una saudade imaginada, una dulce añoranza de vivencias que tan sólo existieron en nuestro corazón.

 Video de Silver Soul




4 de febrero de 2010

"Valentina" de Guido Crepax


Valentina Roselli, icono del cómic europeo concebido por el maestro italiano Guido Crepax (1933-2003), regresa en el segundo tomo que Norma Editorial ha publicado con una selección de sus mejores historias.


Fotógrafa de moda internacional que participa en los círculos intelectuales y artísticos de la ciudad de Milán, conduce deportivos Alfa Romeo, lee a Dostoievski y colecciona discos de jazz, Valentina no es sino un arquetipo de la efervescencia cultural e ideológica que imperaba en la Europa de los años sesenta. En sus páginas Guido Crepax se deja cautivar por el diseño y la música pop, la fascinación por la moda, el cine de Michelangelo Antonioni o la Nouvelle Vague de directores como Jean-Luc Godard y Alain Resnais. El personaje de Lulú, pionera femme fatale que interpretara la actriz Louise Brooks en la película muda La caja de Pandora (1928) de G.W. Pabst, sirvió al dibujante para asignar a Valentina su inconfundible look. Nacida en 1965 como personaje secundario en las viñetas del héroe Philip Rembrandt, pronto logró un lugar preferente ante el enorme interés que despertó entre los lectores de la revista italiana Linus.


Poco antes de la aparición de Valentina, el escritor y filósofo Umberto Eco reivindicaba el arte del cómic con la publicación de Apocalípticos e integrados, un ensayo que situaría la disciplina en el nivel artístico que merecía. La búsqueda de vías alternativas para relatar sus historias llevó al autor a romper con muchos de los ordinarios protocolos estéticos que ofrecían los cómics. El montaje en el cine de vanguardia y la experimentación en el uso de metáforas visuales como lenguaje narrativo nutren el lápiz de Guido Crepax, quien, asimismo, descubre en el análisis del subconsciente una fuente ilimitada de recursos con los cuales sorprendernos. Los sueños de Valentina, sus deseos pasionales más íntimos, son tan significativos como los sucesos que protagoniza en sus aventuras. El inconsciente desatado, libre de culpa y moral, ajeno a las convenciones sociales, se une a la querencia por las pautas del fetichismo y las fantasías sadomasoquistas que se ocultan en la psique de Valentina para deleitarnos con un erotismo elegante y alejado de modos explícitos, donde se venera el cuerpo femenino como súmmum de belleza. El original uso del ensueño, de la ilusión onírica, convierten las páginas de Valentina en una suerte de poemas visuales que nos sugerirán diferentes motivos y nuevos alcances cada vez que retornemos a sus historias, que nos perdamos de nuevo en su voluptuosa imaginación.


El presente volumen comienza con un tríptico integrado por las historias La fuerza de gravedad, Valentina con botas y Marianna va a la montaña, en las que un argumento de thriller de ciencia ficción es apto para que Guido Crepax erija una reflexión sobre la identidad, el deseo de ser otro o sobre un concepto tan literario como lo es la figura del doble. En El niño de Valentina, una vieja mansión y un cuadro con una misteriosa dama son el eje central de un relato donde los sueños de Philip Rembrandt, el amante de Valentina, se diseminan de manera paralela a los de la heroína, y terminan por confluir en uno de los desenlaces más trascendentales para el devenir del personaje. Destacaríamos por último Manuscrito, una aventura con leve tono de comedia sin componentes surrealistas, clara alusión al férreo control de la libertad de expresión en la desaparecida Unión Soviética.



El talento de Guido Crepax nos ha legado a Valentina, mujer sexualmente libre, independiente y creativa, sentimental e imaginativa, que sentimos como epítome de la parte más seductora e irresistible, para ambos sexos, del carácter femenino; y ante la invitación de acompañarla en el segundo volumen de sus aventuras... no vamos a ser los primeros en decirle “no”.








Imagen de la cabecera extraída de la película "Metrópolis" (1927) dirigida por Fritz Lang