En relación al cuarteto de Brooklyn (EEUU), Grizzly Bear, podríamos pensar que practica el arte de la orfebrería; puesto que desde que Ed Droste y su banda publicaran el pasado mes de mayo el álbum Veckatimest (Warp, 2009), el prestigio que acumula ha ido creciendo de manera exponencial hasta el extremo de ser incluido, por determinadas plumas, entre los mejores trabajos de la primera década del siglo XXI. Dejando tan apresurado entusiasmo al margen, el nuevo disco es una exquisitez.
Tras participar en las giras de Radiohead, TV On The Radio y Feist, el conjunto comenzó a componer la que seguramente será la obra que les lanzará a la cumbre del éxito más elitista y que tal vez condicione su futuro: Veckatimest. Ideado en la solitaria isla de Massachusetts que da nombre al álbum, el tercer larga duración de Grizzly Bear supone una evolución hacia un sonido menos experimental pero no por ello carente de personalidad, ambición y exigente creatividad.
Todo parece confeccionado de manera meticulosa en la grabación, incluyendo la elección del joven y aclamado compositor de música contemporánea Nico Muhly (autor de la banda sonora del film The Reader y colaborador de Antony and the Johnsons y Björk, entre otros), como responsable de los inspirados arreglos de cuerda, más las partituras que interpretan los miembros del Brooklyn Youth Choir.
El numen de Grizzly Bear han sido los estilos olvidados por el gran público que reinaron en las radios de madera, iluminadas en su interior como pequeñas fábricas de sueños, en la América de posguerra. Glenn Miller con sus hits para parejas enamoradas, y los cantantes de jazz que brillaron en las populares big bands, se fusionan al entramado indie folk ambiental ya conocido del grupo, lo que da lugar a una apuesta exclusiva, un ejercicio de singular valor. Para ello es determinante el dominio vocal del cuarteto, que ha alcanzado su cenit en el aspecto coral.
Con todo, sorprende que, al recomendar este trabajo, se suela advertir de su difícil escucha, debido a la elaborada producción y al sonido homogéneo que pueden atenuar el interés del oyente. Veckatimest no es un álbum de música pop lleno de singles y temas pegadizos, pero es asequible, y recompensa a corto plazo su elección.
La primera sorpresa nos llega en Southern point, donde el jazz y el swing (que bañan todo el disco) son inesperadamente invadidos por un eufórico ritmo brasileño. Seguidamente, en el efectivo single Two weeks, reaparece la influencia del más actual que nunca -y exprimido- Brian Wilson, con una canción doo wop paradigma en su género y enriquecida con la aportación de Victoria LeGrand (Beach House).
Grizzly Bear * Two Weeks (2009)
Grizzly Bear * Two Weeks (2009)
El jazz con halo enigmático titulado All we ask culmina en una coda de barniz oldie, y es oportunamente encadenado a la pieza Fine for now, de nuevo un jazz cubierto de vapor psicodélico y coros espectrales liderado por una voz crooner, que posee el desenlace más exaltado e intenso del álbum. Cheerleader es una agradable balada que remite a una América quizá sólo existente en la publicidad de los primeros años sesenta, donde las playas eran paraísos y la juventud no tenía fin. En la segunda mitad del disco un vals es el leitmotiv de Ready, able, en cuyo ecuador descubrimos uno de los momentos más bellos de Veckatimest; y en About face el cuarteto simula el tictac de un reloj, para darle ritmo a una canción de sensible melodía que nos mece suavemente evocando desaparecidas tiendas de juguetes. Estas dos últimas composiciones son las preferidas del que esto suscribe, de un total de doce canciones con el denominador común del refinamiento y la elegancia, de quietud nocturna y misterio, de búsqueda de emotiva evasión: la obra de aplicados orfebres.
Grizzly Bear * Ready, Able (2009)
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